Los Fantasmas No Existen…

Mi madre me decía, las brujas si existen, no ve que Gilberto cogió una y ella le decía que no la matara, que ella era Lucinda…y después de que ella le suplicó que no la matara, Gilberto la dejó ir, ya la tenía amarrada del cuello…

Yo insistí que las brujas no existen, que ese era solo un cuento, pero ella siguió contando más y más historias de brujas y otros seres misteriosos.

Al final después de explicarle mi posición con respecto a estos seres, estuvo de acuerdo conmigo, pero conservando la duda de si en realidad existen o no existen…

Por ello, decidí abordar este tema desde mi perspectiva en mi libro «Los Fantasmas No Existen», con el fin de esclarecer la realidad de estos seres que han sido parte de nuestra imaginación desde la infancia y que todavía perturban a muchas personas en la actualidad, a pesar del mayor conocimiento disponible. Este libro ofrece una explicación científica fundamentada en profundos análisis y estudios sobre estos seres de otro mundo.

Si estás interesado en descubrir la verdad detrás de estos fenómenos, te invito a descargar mi libro en formato PDF a través del siguiente enlace. En él encontrarás información detallada sobre estos seres fantasmales, así como una nueva teoría científica que aún no ha sido publicada y que estoy seguro podría generar controversia en el ámbito científico y más allá.

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La estatua del payaso

María Luisa llegó a la casa del doctor Reyes y su esposa a eso de las 7 de la noche. Había sido contratada para cuidar los dos hijos de la pareja mientras ellos cenaban en un lujoso restaurante de la ciudad.

El doctor Reyes abrió la puerta y le dejó saber que los niños se encontraban dormidos. Igualmente, la señora Reyes le pidió permanecer en la sala de estar, cerca de la habitación de los niños, en caso de que alguno de ellos se despertara.

La pareja se despidió y María Luisa se dirigió a la sala y se sentó a jugar en su celular. Al cabo de un rato, se aburrió y llamó a los padres para saber si era posible ver televisión:

—Por supuesto —respondió el doctor Reyes.

Sin embargo, María Luisa tenía una solicitud final; les preguntó si podía cubrir con una manta la estatua del payaso que permanecía en una esquina de la sala, porque cada vez que miraba la enorme estatua de ojos espeluznantes, tenía la sensación de que la estatua se estaba moviendo lentamente.

Por unos cuantos segundos hubo un silencio incómodo. Con voz de terror, el doctor Reyes dijo:

—¡Despierta a los niños y salgan inmediatamente de la casa! NO TENEMOS NINGUNA ESTATUA DE UN PAYASO.

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